La noche pasada soñé que tenía un bolso como un gorro de aviador. Era uno de esos gorros de los pilotos de los años veinte, ajustados a la cabeza, de piel muy suave; tengo uno de color negro, pero el de mi sueño era blanco.
Me encontraba en una especie de hotel o residencia, no estoy segura de si estaba alojada allí ni de qué sitio se trataba; recuerdo una sala señorial, con ventanales a lo largo de una de las amplias paredes, y una pizarra grande en otra donde habían escrito un texto religioso con tiza que no llegué a leer.
Esta sala se hallaba llena de mujeres y no sé por qué motivo estaban cambiándose, tal vez había duchas cerca pero no las vi. Las mujeres eran extranjeras, nórdicas, alemanas, y una o dos de ellas mostraban un interes excesivo por lo que contenía mi bolso. Veía a una mujer introducir la mano y sacar una botella de vidrio que parecía contener algún tipo de bálsamo, parte del cual se había derramado.
Después de eso sólo recuerdo haberle dicho a mi hermana que no tenía ropa, ni zapatos, y que me habían robado el bolso. Me lamentaba del dinero y las llaves.
Entonces se me ocurría que podía escribir en la pizarra que me lo devolvieran y al expresarlo en voz alta y hacer el gesto, las mujeres me lo impedían porque las palabras del encerado eran necesarias para ellas.
El contenido del bolso aparecía poco después. Yo salía de esa sala, y abandonaba la casa, que era una torre de principios de siglo de gran tamaño, me dirigía hacia alguna actividad que se estaba desarrollando en un edificio más pequeño, de la misma época, un local para fiestas o reuniones sociales.
Allí estaba Joanio. Recuerdo que tenía una cámara de vídeo en la mano y quería filmarme, pero decía que yo no estaba quieta.
La noche a la que pertenece este sueño salí con él. Acabamos tarde como acostumbramos y aunque sigo manteniendo cierta distancia, disfruté mucho del encuentro. Le conté que esa semana había estado viendo casas en el campo para ir a vivir con mi novio, y él se puso de mal humor. Cuando veo esas reacciones en él me quedo sin saber qué decir, me sorprende, también me gusta, pero no acabo de entender por qué quiere que me quede en la ciudad si sólo nos vemos una vez a la semana, si está casado, si tiene dos hijos, si tiene su propia vida sin mí. Se lo dije y contestó que le gustaría verme más a menudo.
Mi gorro-bolso de aviador son mis planes de huida, el robo es mi temor a que queden truncados, las llaves y el dinero es la situación en la que ahora me encuentro: sin casa, sin trabajo. Las mujeres extranjeras son representaciones de mí misma.
Joanio intentando filmarme sin lograrlo son sus deseos de apresar más la relación, de tenerme. Pero yo no estoy quieta porque pienso en marcharme a vivir fuera de aquí.
Si yo amara a alguien como él dice que me ama lo dejaría todo. Hace mucho tiempo que lo hubiera dejado todo.