Ayer pasé quince horas con Joanio.
Vino a comer y cada hora que pasaba yo temía que se marchara.
Como antes. Como hace tantos años, tanto tiempo. Cuando yo le amaba sin condiciones, cuando yo sabía y podía amar sin condiciones.
Pensé de nuevo que él era mi pareja natural a pesar de todo.
Le oí decir: "Tú eres mi mujer". Lo miré a los ojos. Hablaba en serio.
Las palabras, las palabras, se las lleva el viento.
Y sólo queda la escisión, la herida abierta como una gruta oscura, húmeda, inhóspita, por donde se desliza la corriente helada de los días.
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